Una actualización social de la novela que supedita en ocasiones la narración a la materialización de las miserias de una Rusia hipócrita, desigual y reaccionaria cuyo futuro solo puede estar abocado al fracaso.
1904. La guerra ruso-japonesa. Manchuria. Estamos en un hospital militar ruso en medio de una aldea semidestruida. El jefe del hospital, Sergey Karenin, se entera de que el conde Vronsky, un oficial herido, es la persona que arruinó a su madre, Ana Karenina. Sin ningún tipo de expectativa, Karenin visita a Vronsky y le hace la pregunta que le ha atormentado toda su vida: ¿Qué hizo que su madre cruzara la línea? Tras unos breves titubeos, Vronsky se compromete a contar la historia de su trágico amor, observando que la gente sólo recuerda lo que elige recordar. Inmerso en el pasado, Vronsky comienza a reevaluar la historia de hace treinta años.
Aunque las adaptaciones de la célebre novela de León Tolstói pueden contarse por decenas, la versión de Karen Shakhnazarov no está exenta de gran interés. La historia se cuenta desde la perspectiva de Alexéi Vronski, que casi treinta años después se tropieza con el hijo de su amada. Este encuentro, inexistente en la obra de Tolstói, suscita una reorganización general del relato en forma de flashback. Por otra parte, Shakhnazarov apuesta por una actualización más social de la novela, supeditando en ocasiones la narración a la materialización de las miserias de una Rusia hipócrita, desigual y reaccionaria cuyo futuro solo puede estar abocado al fracaso. Visualmente es hipnótica y espectacular, ambientada con un rigor histórico que evidencia el profundo trabajo de documentación que hay detrás.