Durante su exilio en Venezuela, Mario Handler filma su único largometraje de ficción adaptando la novela homónima de Guillermo Meneses en un contexto racial y social muy preciso.
El film es una rareza en la obra del cineasta por ser su único largometraje de ficción. En él aborda el drama de la identidad personal de un mestizo (hijo de terrateniente local con matriarca de pueblo de pescadores), tamizándola a través del tejido social de la época e insertándola en un momento clave del personaje central, cuando debe decidir si romper el cerco social que lo ha visto nacer y emigrar a Caracas, o rendirse ante su circunstancia inmediata y quedarse en su pueblo.