La historia de un padre y un hijo contada desde el punto de vista del chico, un adolescente de 16 años que decide hacer a un lado lo que su progenitor tiene proyectado para él y tomar su propio camino. Una crónica familiar y generacional narrada con sensibilidad.
Hay una manera de narrar en el cine de Celina Murga, un modo de convocar emociones poderosas a través de gestos mínimos, de decir mucho con muy poco, de revelar lo que frecuentemente queda sin expresar. De esos contrastes está hecho este relato de crecimiento, plácido solamente en la superficie, pequeño solo en apariencia.
Nicolás tiene 17 años y vive en una ciudad pequeña en Argentina junto a su madre y sus dos hermanos menores. Su padre es Jorge, un reconocido médico de la zona. Pero esta no es la familia “oficial” de Jorge, que vive con su esposa legítima e hijo, sin reconocer a la otra familia que ha formado con la madre de Nicolás. Sin embargo, Jorge ha decidido que Nicolás siga sus pasos, tanto en negocios como en la profesión. Y a medida que cerca a Nicolás con sus planes de futuro, la tensa relación de odio y temor entre padre e hijo aumenta.
Se ha señalado que es fácil darse cuenta por qué Martin Scorsese presentó "Una semana solos" -el largometraje anterior de la directora- al público estadounidense para convertirse, luego, en productor ejecutivo de esta película. Basta remitirse al joven Scorsese y su mirada al micromundo del barrio de los orígenes para saber por qué el consagrado cineasta vio en la mirada intensamente lírica de Murga a los pueblos del interior argentino y sus infiernos familiares, un recuerdo de sus propios comienzos como cineasta.