Tabaré Rivero, sus vivencias, entrevistas y material de archivo para redondear el retrato. Un personaje polémico del rock nacional, su entorno y algo de su historia.
Con una fluidez que se convierte en vitalidad, el film de Mariana Viñoles y Stefano Tononi es tan peleador como su protagonista, discute desde la incorporación del show a un espectáculo de protesta hasta la banalización que en los últimos tiempos ha caído encima de músicos uruguayos, y toma partido por zafar de esa lógica de mercado, una explicación de por qué Tabaré Rivero se aleja ahora del rock, abriendo una interrogante sobre el después.
La operación está afirmada en los procedimientos expresivos del film, que empieza con un recital de La Tabaré con mucha mucha gente, y sin decir palabra sugiere que detrás está lo popular, lo colectivo, quizás también en discusión. Lo que sigue es un análisis poco convencional de la trayectoria de la banda y su líder.
A partir de muchos materiales de archivo, muestra los primeros espectáculos del grupo, en un escenario teatral, con actores que dicen un texto que termina en musical. Está claro para el espectador del film que hay actores y no una banda, que hay una representación ante espectadores. Cuando dos o tres minutos después los entrevistados comentan esos comienzos y dicen lo que el espectador del film ya vió y comprobó, el testimonio no descubre nada pero en cambio abre a la discusión ese procedimiento escénico, en el Circular. Está claro que Tabaré trabaja con una voz femenina (Davidovic), porque se ve y se oye, y cuando ambos justifican después ese proceso (que incluye la incorporación más reciente de Alejandra Wolf), amplifican lo que ya está visto.
El mismo recurso, que permite al espectador ser el primer descubridor y deja a los protagonistas los comentarios, se repite durante todo el film. De ese modo lo que queda es la pelea por una idea, por una concepción del trabajo artístico sin transacciones. Quizás el mejor ejemplo es un fragmento de archivo donde el planteo formal de la puesta proviene de la comedia musical quizás de Broadway, y de inmediato el reporteado defiende la concepción de show del espectáculo. De ese modo “La Tabaré, rocanrol y después” evita ser o parecer una película de montaje con films de archivo, evita la rememoración nostálgica y complaciente, evita ser un reportaje pasivo ilustrado en imágenes, y por el contrario deja muy firme la real discusión que corre todo el tiempo por detrás de las imágenes y que se enfatiza en un número sarcástico donde el protagonista es inducido a pensar con la lógica del dinero. Entre el dinero y mantener los principios artísticos, la opción es clara y no hace casi falta que Tabaré Rivero lo diga, pero cuando lo dice se entiende que lo que pelea es contra la banalización de estos tiempos que corren, y que eso explica el “despues” del título.
Curiosamente los temas más urgentes hoy por hoy en la necesaria y siempre eludida discusión sobre arte y cultura, están todos en el film. Por cierto, Viñoles y Tononi no hubieran podido hacerlo sin La Tabaré, pero eligieron a Tabaré Rivero justamente. Los autores repiten virtudes de sus filmes anteriores. La intromisión de la cámara en lugares privados, las conversaciones casuales registradas al acaso en banda sonora, la toma suelta que ilustra, son rasgos que estaban sobre todo en Los uruguayos, y permiten al espectador entrar en confianza. En un género donde lo convencional aplasta las mejores intenciones, éste es un ejemplo en contrario.