Un film sobre la búsqueda de una memoria colectiva de la historia reciente de América Latina que va y viene con los tiempos, explorando el pasado, registrando vivencias en tiempo presente y descubriendo matices de emoción.
Otro capítulo en la búsqueda de una memoria colectiva de la historia reciente de América Latina. Este documental dirigido por Macarena Aguiló que cuenta con la codirección de Susana Foxley, se ocupa del llamado Proyecto Hogares, un emprendimiento comunitario (primero en Francia, luego en Cuba) organizado en los tardíos setenta y tempranos ochenta por militantes del MIR que deseaban volver a su país para combatir a la dictadura de Pinochet y necesitaban que alguien se ocupara de sus hijos. De ahí la creación de las llamadas “familias sociales” donde un grupo de adultos (hombres y mujeres) se agrupaban para encargarse de hijos propios y ajenos. El título del film alude precisamente al edificio que alojó en Cuba a uno de esos grupos, integrado por alrededor de sesenta niños y veinte adultos.
La directora Macarena Aguiló fue efectivamente uno de esos hijos y su film repasa la experiencia con la perspectiva que el paso del tiempo y el derrumbe de ciertas utopías permite. Hay un claro compromiso personal de la cineasta en el asunto: Aguiló narra en primera persona, aporta sus propias impresiones y hasta lee las cartas que intercambió con su madre. Pero hay otras voces y otras imágenes en el film, y en conjunto proporcionan un panorama matizado y plural de una experiencia compleja que generó diversos efectos sobre diversos involucrados: así puede saberse que hay hijos que fueron felices, hijos que se sienten culpables, otros que se sintieron abandonados y algunos que perdieron a sus padres biológicos mientras vivían lejos; padres y madres sociales que los hicieron parte de sus familias hasta el día de hoy, y padres y madres que sacrificaron por un tiempo a sus propios hijos para ocuparse de los de otros. Las cosas no son en blanco y negro. El film va y viene con los tiempos, explorando el pasado, registrando vivencias en tiempo presente, descubriendo matices de emoción, impregnándose de pronto de un halo de melancolía.