Inauguración de la sala de teatro del Palacio Salvo, el 30 de junio de 1959. En esta sala presentaban sus obras dos grupos de teatro independiente: Teatro Libre y Teatro Moderno.
La inauguración, estuvo a cargo de Teatro Libre, fundado en 1955 por Rubén Castillo, Eduardo Prous, Homero Zirollo y Flor de María Bonino. Para la inauguración se puso en escena la obra Recuerdo a mamá (I Remember Mama) del dramaturgo inglés John Van Druten, dirigida por Castillo y con los actores González Santurio, España Andrade, Flor de María Bonino, Jebele Sand y Ernesto Bergeret, entre otros.
La obra original de Van Druten se había estrenado en 1944 en Nueva York, con la particularidad ser el debut en Broadway de un jovencísimo Marlon Brando en el papel de Nels, un rol menor. Cuatro años más tarde, la obra tendrá su adaptación para la pantalla grande, dirigida por George Stevens y recibirá cinco nominaciones al Oscar; mientras que en 1979 tiene su versión como musical, curiosamente, con la actuación de Liv Ullman. Y si bien permanecerá en cartel a lo largo de 108 funciones en el Teatro Majestic de Manhattan, las críticas a la actuación de Ullman fueron muy desfavorables.
A la adaptación montevideana no parece haberle ido mejor. Mario Trajtenberg, en el Semanario Marcha, tituló su crítica “La trivialidad no es fácil”, pero las tintas se cargan más bien sobre la obra de Van Druten, aunque el crítico se sorprenda de que la troupe de Teatro Libre haya escogido una obra a la que califica como “una tontería, pero de las caras” y critique la caracterización de González Santurio, al que en las imágenes del noticiero se lo ve con el pelo entalcado, sombra de barba pintada, pipa y camisa de franela a cuadros, símbolo universal de “viejo”. Sin embargo, el crítico saluda fervorosamente la apertura de una nueva sala. No es para menos: este escenario de Plaza Independencia 846 no solamente acogerá las obras de Rubén Castillo, sino que más tarde será, además, la sede del debut del legendario Teatro Uno con un recital de poesía titulado Poesíasí, el que el 13 de enero de 1963, en el que, con coreografía de Graciela Figueroa, se escenificaron poesías de Jorge Freccero, Alberto Restuccia y Luis Cerminara. Sin embargo, no será este el último destino glorioso de la sala. En 1972, y para celebrar su vigésimo aniversario, Cinemateca Uruguaya, inaugura una semana de exhibiciones en la sala del Salvo, y después seguirá proyectando allí. Se exhiben Pather Panchali, de Sayajit Ray, Bienvenido Mr. Marshall de Luis García Berlanga, varias comedias musicales con Fred Astaire y Ginger Rogers, La Marsellesa, de Jean Renoir, Un condenado a muerte se escapa, de Bresson, El año pasado en Marienbad, de Resnais, Los cuatrocientos golpes, de Truffaut, El compadre Mendoza, del mexicano Fernando de Fuentes y una doble función para niños el fin de semana. “Era una buena sala –recordaba Martínez Carril– pero hubo que equipar dos cabinas muy chicas a los lados del pasillo por donde entraba la gente, precarias y absolutamente antirreglamentarias. Las puertas de las cabinas solo cerraban por fuera, así que un inspector quedó pidiendo a gritos que lo liberaran mientras la gente dejaba la función. Por entonces yo trabajaba en CX30, que ocupaba el piso de arriba y ahí nació la leyenda de que trabajaba en la radio, bajaba la escalera y operaba el cine. Mentira, pero la ficción quedó.”