Stephanía es una mujer trans nacida en Nicaragua y residente en Uruguay. La película acompaña el reencuentro de Stephanía con su país natal, donde alguna vez fue hijo, hermano y niño alfabetizador, y donde hoy desea ser aceptada como la mujer que es.
Stephanía cuida coches en Montevideo y busca un lugar donde vivir. Sus posesiones caben en un carrito de feria. Allí comienza el documental de este director uruguayo que ya había recogido el testimonio de Stephanía en su mediometraje de 1995. “Yo, la más tremendo”. Veinte años más tarde, Garay vuelve sobre su historia, rumbo a la Nicaragua de la revolución sandinista y hacia el país y la familia que Stephanía dejó cuando todavía era Roberto. “El hombre nuevo” (premiada en el Festival de Berlín con el Teddy Award a mejor documental LGTB y en el Festival de Viña del Mar, a Mejor Director) ya desde el título atiza cierta polémica, remitiendo al “hombre nuevo” guevariano (y también al cristiano) así como a la identidad de género del protagonista. El director ha dicho que “Siempre que pensaba en la posibilidad de hacer un retrato de Stephanía tomando esta épica de reencontrarse con su historia en Nicaragua pensaba en titularla así. Pero por otra parte era consciente de que podía generar rechazo, porque puede ser visto como un juego de palabras o con intenciones irónicas o una provocación sobre el manifiesto del Che. Sin embargo, estoy convencido que se ajusta mucho a la historia que cuento. Creo que Stephanía representa un proyecto de hombre nuevo que para algunos se pudo haber concluído y para otros no, pero que en esencia está allí.” El viaje que emprende Stephanía a Nicaragua es también un viaje hacia su historia como educador en la campaña de alfabetización sandinista, cuando tenía siete años y a su participación en la milicia a los 12. Y es también, inevitablemente, un viaje hacia Roberto. En el documental existen un montón de pares dicotómicos hombre/mujer, pasado/presente, espíritu/materia, además de dos países, dos familias y esa síntesis impuesta desde el título no ayuda a esquivar las lecturas dialécticas. Respecto a la no participación de la familia uruguaya, su ausencia genera una elipsis en el relato que el espectador puede, legítimamente, cuestionar. “Entiendo lo del vacío pero yo no sé si es un hueco grande, porque ella explica el punto de ruptura con los padres motivada por su opción sexual. No se ahonda en eso porque tal vez porque me gusta rescatar las luchas, no las derrotas.”